lunes, 27 de diciembre de 2010

Un cuento de Navidad.

Faltaban pocos días para la Navidad, y las compras en el centro de la ciudad comenzaban a irritarnos. Recuerdo las muchedumbres que aguardaban con impaciencia los lentos ómnibuses y tranvías en aquellas pequeñas islas de cemento en medio de la calle. La mayoría de nosotros estábamos cargados con paquetes, y parecía como si muchos comenzáramos a preguntarnos si todos esos incontables amigos y familiares merecían, en realidad, tantos regalos. No era el espíritu navideño con el que me habán educado.

Cuando por fin me encontré practicamente arrastrada a los escalones de un tranvía atiborrado, la idea de estar allí como una sardina enlatada hasta llegar a casa fue más de lo que pude soportar. ¡Qué hubiera dado por un sitio para sentarme! Debía estar en algún tipo de sopor, exhausta, porque cuando la gente lentamente fue bajando, me tomó algún tiempo advertir que ya había lugar para respirar de nuevo.

Entonces vi algo con el rabillo del ojo. Un niño pequeño, de piel oscura, no podia tener más de seis o siete años, tiraba de la manga de una señora y le preguntaba: -¿Quiere sentarse?. La condujo en silencio al sitio libre más cercano que encontró. Luego partió a buscar a otra persona cansada. En cuanto se desocupaba un nuevo asiento, se movía con rapidez entre la muchedumbre en busca de otra mujer cargada que necesitara con desesperación reposar sus pies.

Cuando finalmente sentí que me tiraban del brazo, me asombró la belleza de los ojos del niño. Me tomó de la mano y me dijo: -Ven conmigo. Creo que recordaré esa sonrisa por el resto de mi vida. Puse mis paquetes en el suelo, llena de felicidad, y el pequeño emisario del amor se volvió de inmediato para ayudar a su próximo favorecido.

Como de costumbre, la gente que viajaba en el tranvía evitaba con cuidado mirarse a los ojos, pero ahora comenzaron a intercambiar tímidas miradas y sonrisas. Un hombre de negocios ofreció una sección de su diario al extraño que estaba a su lado; tres personas se inclinaron a devolver un regalo que se había caído al suelo. Y ahora hablaban unos con otros. Aquel niñito había cambiado tangiblemente algo... todos nos relajamos en una sutil sensación de calidez y disfrutamos de las últimas estaciones del viaje a lo largo de la ruta.

No advertí en qué momento se bajó el niño. Levanté la vista y ya había desaparecido. Cuando llegué a mi estación, prácticamente flotaba; deseé al conductor felices fiestas y vi las luces navideñas, que adornaban la calle de otra manera, fresca y novedosa. O quizá las veía ahora como lo había hecho tiempo atrás, con el mismo asombro maravillado con que las contemplaba de niña. Pensé: "Entonces, eso es lo que quiere decir Y un niño los guiará...".

Beverly M. Bartlett
Sopa de Pollo para el Alma de la Mujer
Imagen tomada de: Infancia Misionera


.:*:.Hasta la próxima sonrisa.:*:.
*.*Dios mediante*.*
-*-Bendiciones infinitas-*-
.*.Se les quiere mucho.*.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Un año para cultivar valores. Diciembre: Realización y Oración por la Familia Misionera.

Lanza primero tu corazón
y tu caballo saltará el obstáculo.
Muchos desfallecen ante el obstáculo,
son los que no han lanzado
primero el corazón.

N. Clarasó.

Antes de iniciar la labor de cambiar al mundo,
da tres vueltas por tu propia casa.

Proverbio Chino.


Oración por la Familia Misionera

Señor, tú has querido que tu Iglesia
sea signo y sacramento de salvación
para la humanidad entera,
a fin de que la obra redentora de Cristo
persevere hasta el final de los siglos.
Anima a las familias cristianas
y mueve los corazones de tus fieles
para que podamos sentir
que nos llamas con urgencia
a trabajar por la causa misionera.
Amén.

Ser discípulos y misioneros
de Jesucristo

y buscar la vida "en Él"
supone estar profundamente

enraizados en Él.


Benedicto XVI.


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.:*:.Hasta la próxima sonrisa.:*:.
*.*Dios mediante*.*
-*-Bendiciones infinitas-*-
.*.Se les quiere mucho.*.